En medio de nuestra agitada vida Jesús nos hace la misma invitación que le hizo hace mucho tiempo a las dos hermanas en Betania (Lc 10: 38 - 42), un día viene a nuestras vidas y nos invita tiernamente a “escoger la mejor parte”, una vida gozosa de intimidad con con Él y es que una vez que hemos probado la intimidad que Jesús nos ofrece, descubriremos que nada más nos satisface.
Encontré un artículo escrito por Robert Boy Munger: “Mi corazón el hogar de Cristo”. Él hace una sencilla analogía que me hizo descubrir lo que significaba tener un corazón de María para Dios:
- Mi tiempo de oración o de intimidad con Dios no es un deber, es un deleite.
- No es que sea piadosa, es un privilegio.
- Es hacer de mi corazón el hogar de Cristo.
-Dice Munger- Una tarde invité a Jesucristo a mi corazón. . Él llegó a la oscuridad de mi corazón y prendió la luz. Prendió un fuego y alejó el frío. Prendió música donde había silencio y llenó el vacío con su hermosa y amorosa amistad.
Munger continua contando, que le mostró a Cristo la casa de su corazón y lo invitó a “acomodarse y sentirse totalmente como en casa” en cada cuarto y como le fue mostrando los diferentes espacios (la biblioteca, el comedor y hasta los lugares ocultos), le dio las llaves de su corazón porque como él dice: “Cuando uno llega a conocer y amar a Cristo, lo peor que puede suceder es el sentir que se aleje”; así que considero más sabio rendirnos a su voluntad y permitir que restaure lo que está mal en nuestras vidas y que con su bálsamo sanador cubra nuestras heridas.
Me parece maravilloso que Jesús quiera pasar tiempo conmigo y como negarme?, que privilegio tan grande poder cada día sentarme a los pies del Maestro y pasar los mejores momentos en la intimidad con Él.
Gracias mi Jesús, quiero gozarme en tu presencia y adorarte en espíritu y verdad!
Dios te bendiga!!