viernes, 11 de noviembre de 2011

EN LA SALA DE ESPERA DE DIOS


Por: Delmy Mejía de Herrera
 

Esperé yo en Jehová, esperó mi alma; en su palabra he esperado.
Salmo 130:5

Creo que soy una de la personas más impacientes que el Señor haya creado, tal vez usted sea muy parecido(a) a mí. Vivir es esperar, siempre estamos esperando algo –respecto a nuestra vida emocional, física o espiritual.

¿Has tenido días en los que te parece estar en una laaaaaarga fila de espera, avanzando poquito a poquito, dudando de llegar a alcanzar un resultado exitoso en esta vida? Pero mientras esperamos, ¿Escuchamos a Dios y aprendemos o simplemente nos quejamos de la situación? Me ha costado entender que Dios no tiene prisa en resolver mis problemas, así que cuando mi vida está detenida por lo que no puedo controlar y estoy esperando respuestas que parecen nunca llegar, Dios me dice que use ese tiempo para trabajar allí donde me encuentro. Mi Dios me dice que desarrolle el arte de esperar con propósito.

Esperar con propósito significa trabajar mientras esperas, siguiendo la palabra de Dios y entregándose a su voluntad; significa enfocarte en su punto de vista y no en el tuyo. He aprendido que no podemos apurar a Dios. No podemos sobornarle ni cambiar el plan que hizo, pero sí podemos aprender a confiar en el Señor y no malgastar nuestro tiempo de espera.

Durante años creí que la fe correcta significaba no hacer nada más que esperar en el Señor con paciencia, sin acción y sin cuestionamiento y claro… yo ponía en duda mi fe porque no soy muy buena para quedarme sentada con paciencia y esperar quieta. Lo que yo veía como una falta de fe, era en realidad una falta de propósito.

Un día mientras mi Dios y yo sosteníamos nuestra charla, me sentía vacía y muy sola; había estado esperando durante mucho tiempo, tratando de tener toda la paciencia posible y buscando las causas de mis demoras. -¿No se suponía que yo esperara sin dudas? ¿No es esta la manera de tener fe? Pregunté. -“No. Una verdadera fe significa esperar conmigo con propósito, mientras se despliega mi plan, confiando en mí” –dijo Él.

Esperar en Dios por sus respuestas no significa resignarse en silencio a días vacíos, o incluso semanas, meses o años. Significa esperar con un propósito mientras espero el próximo paso de su plan. Entonces entendí que NO HACE FALTA ESPERAR CON PACIENCIA CUANDO APRENDES A ESPERAR CON PROPÓSITO.

Durante mi tiempo en la sala de espera de Dios, he aprendido que mi Dios nunca llegará tarde después de todo; he aprendido a escuchar y a aprender más de Él. Me proveyó un lugar para crecer, por tanto no desmayaré, antes de que mi exterior se vaya desgastando, mi interior, no obstante, se renueva día a día (2Corintios 4:16). Estoy aquí para renovar mis fuerzas y mi espíritu. Estoy aquí para acercarme más a Él. Ahora entiendo que mi Dios me puso en la sala de espera no para frustrarme o darme miedo sino para enseñarme y llegar hasta mí.

He entendido que no puedo esperar con paciencia y al mismo tiempo controlar al resto del mundo. No puedo planificar cada suceso ni anticiparme a los problemas buscando soluciones. He tenido que entender que debo renunciar a ese control para entregarlo a Dios. Cuando tratas de aferrarte al control que crees tener, nunca ves lo que Dios está tratando de ayudarte a redescubrir.

Esperar no tiene que ver con lo que sucede fuera de tu persona… se trata de lo que pasa dentro de tì. Siempre, siempre al esperar, Dios está esperando cambios y descubrimientos dentro de ti mismo y Dios necesita estos cambios y descubrimientos para que podamos cumplir con la próxima tarea que Él nos depara. Nuestro Señor tiene un plan, un programa de bendición para tu vida que siempre es diseñado de adentro hacia afuera. Si termina la espera, lo externo, es decir lo que se puede ver, se debe a que cumpliste con la tarea que Dios quería que hicieras dentro de ti mismo.

Como decía anteriormente, cada espera debe acercarnos más a Dios; debe ayudarnos a crecer; debe prepararnos y guiarnos para el trabajo que Dios nos tiene destinado.

Cuando por fin nos abandonamos en los bazos de nuestro Dios, el verdadero consuelo llega hasta nuestra alma y nos sostiene de adentro hacia afuera. Esperar con propósito significa recordar que nuestro Dios estuvo, está y estará siempre en absoluto control.

Creo que mi propósito en la espera, ha sido desarrollar mi fe para recurrir a Él primero y no en última instancia; para confiar que siempre iba a estar conmigo en las esperas.

Tal como Jesús supo cuándo tender su mano a Pedro para evitar que se hundiera (Mateo 14:28-31), Él sabe cuando tú estás a punto de hundirte; cuando estás luchando con todo en contra y cuando tienes muchísimo miedo.

Cuando tengo la capacidad de esperar en Dios, puedo entender su voluntad. La voluntad de Dios se revela profundamente al corazón y tus decisiones traen perfecta paz. Cuando espero en Dios, Él mismo me introduce en la dirección correcta para ser acertada en mis decisiones y donde Dios me dirija no está la piedra de tropiezo que ponga en riesgo mi vida de fe, mi relación con Él.

He entendido que mi Dios me tiene en la sala de espera porque está arreglando mis circunstancias y está purificando mis intenciones. Es decir, en lugar de actuar impulsada por mis emociones, hacerlo por amor, servicio y de acuerdo a su santa y perfecta voluntad.

No importa cuál sea tu necesidad específica en este momento, tu espera incluye volver a descubrir algo que Dios ya te había dado; algo que está escondido. ¿Necesitas orientación? ¿Coraje? ¿Paz? Todo está en tu sala de espera. Sólo confía y cree; acércate cada vez más a tu Señor cada segundo de tu espera; busca su guía y su compañía. Recuerda que nuestra tarea es esperar primero y siempre con un propósito.

Dios te bendiga!



En tu mano están mis tiempos

Salmo 31:15